De Nantes a Saint-Nazaire en bicicleta: el arte libre y el Loira

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Entre el majestuoso río y el impaciente océano, el Loira recorre su último tramo hacia el Atlántico en una sinuosa danza de 60 kilómetros. De Nantes a Saint-Nazaire, el estuario se transforma en un museo al aire libre donde las obras de arte surgen en el recodo de un meandro: aquí una casa en el agua, allá una serpiente gigante surgiendo de las olas, más allá un jardín estrellado a orillas del río. En este pequeño mundo entre el Loira y el Atlántico, la aventura no necesita kilómetros para ser grande. Se anida en la luz cambiante sobre el agua, en la brisa que se convierte en brisa marina, en los pueblos que emergen como islas del estuario.

Te encantará

Piérdase por las coloridas calles de Trentemoult

Sorprendiendo a un velero cojo que parece fundirse en el agua

Pedaleando entre obras de arte contemporáneo y paisajes salvajes

Sienta cómo el aire marino le acaricia la cara al llegar al océano

Día 1 : De Nantes a Le Pellerin, de los muelles urbanos a las riberas salvajes

El viaje comienza en el corazón de Nantes, cerca del Castillo de los Duques de Bretaña. Las primeras vueltas de la rueda le llevarán a la Îlede Nantes, un antiguo erial industrial transformado en laboratorio urbano. Tómese su tiempo para detenerse en las Machines de l'Île, donde el Gran Elefante Mecánico recorre la explanada en un concierto de pistones y chorros de agua.

A continuación, recorra los muelles hasta el Quai des Antilles, donde las emblemáticas Anneaux de Buren dibujan su círculo perfecto. A continuación, diríjase a Trentemoult. El pueblo es como la paleta de un pintor en el agua. Viejas casas de pescadores de colores atrevidos -ocre solar, añil marítimo, bermellón apasionado- juegan a ver quién destaca más. A sus pies, las terrazas han plantado sus mesas casi en la corriente, invitando a hacer una pausa donde el chapoteo del agua acompaña al tintineo de las copas.

Reconectada con La Loire à Vélo, la ruta deja que el ajetreo de la ciudad se desvanezca para coquetear con las orillas del Loira. Apenas tendrá unos kilómetros en el reloj y, sin embargo, sus ojos ya habrán viajado entre mil cuadros. Esté atento: entre dos recodos del camino, el arte contemporáneo juega al escondite con la naturaleza o se desliza con picardía a la sombra de un taller industrial.

La jornada llega a su fin en Le Pellerin, un pueblecito tranquilo en el que conviene hacer pie. Un bed and breakfast con la etiqueta "Accueil Vélo" le da la bienvenida para pasar la noche, prometiéndole un merecido descanso.

Día 2 : De Pellerin a Saint-Nazaire, el Loira se abre al océano

Con los primeros rayos de sol, vuelva a la carretera. Si le apetece, tome el transbordador que cruza el río en Le Pellerin. Unas pedaladas hacia Couëron y vislumbrará la sorprendente Maison dans la Loire, una vivienda que parece flotar sobre el agua, poético recuerdo de las inundaciones y del paso del tiempo.

De vuelta a la orilla sur, la ruta se extiende apaciblemente hacia Paimbœuf. En Frossay, aléjese del mapa para admirar la Villa Cheminée, una curiosa casa encaramada a una alta chimenea industrial, que se eleva al otro lado del río. En Paimbœuf, en el Jardin Étoilé, los niños corren entre las poéticas estructuras de madera, inventando juegos inspirados en este lugar mágico donde naturaleza y arte se funden.

Por la tarde se llega a Saint-Brevin-les-Pins. El aire se llena poco a poco de olor a yodo: el océano no está lejos. A su derecha, el Loira se extiende en un amplio estuario donde el agua dulce y la salada se mezclan en una danza milenaria.

Al llegar a Saint-Brevin, la recompensa está ahí: el océano se despliega en su infinita majestuosidad. En la playa, busque la famosa Serpiente de Océano, una estructura metálica de 130 metros de largo cuyas vértebras emergen de las olas al ritmo de las mareas como un monstruo marino surgido de las profundidades.

Tómese su tiempo para darse un baño si le apetece, o simplemente sumerja los pies en las frescas aguas del Atlántico.

Para la última etapa de su viaje, tome el transbordador que cruza el puente de Saint-Nazaire. La ciudad portuaria exhibe con orgullo su patrimonio marítimo. La base de submarinos, impresionante vestigio de la Segunda Guerra Mundial, alberga hoy exposiciones y manifestaciones artísticas. En la azotea, la naturaleza reclama sus derechos en un jardín experimental y poético.

Complete su jornada con un paseo por el paseo marítimo. Las animadas terrazas son perfectas para tomar una copa al atardecer. En el plato: marisco recién capturado. Cuando las últimas luces del día tiñen el cielo de rosa y oro, su viaje termina aquí, entre el río y el océano. En sus piernas, los kilómetros recorridos; en sus ojos, los paisajes cambiantes de la ría; en su corazón, el recuerdo de estos encuentros entre arte y naturaleza que hacen de esta ruta una experiencia única.

¿Desea prolongar su aventura en Saint-Nazaire y sus alrededores?

  • Para los amantes de la brisa marina y de la historia marítima: prolongue su escala en Saint-Nazaire embarcando en Escal'Atlantic, donde podrá revivir la edad de oro de la navegación transatlántica durante un viaje inmersivo. Para un toque de nostalgia cinematográfica, pedalee hasta Saint-Marc-sur-Mer. La playa de Monsieur Hulot le espera, congelada en la eternidad de una película en blanco y negro en la que Jacques Tati creó a su ya famoso personaje.
  • Para los ciclistas insaciables: el Vélocéan extiende sus carriles bici hacia el Norte, en dirección a La Baule y la península de Guérande, mientras que el Vélodyssée le invita a continuar su aventura hacia el Sur, en dirección a la Vendée.
  • Para los epicúreos: prolongue su estancia con una excursión a las salinas de Guérande, para descubrir el oro blanco que ha dado fama a la región, antes de degustar ostras y marisco frente al océano.

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