¿Y si por unas horas te convirtieras en agricultor? Es lo que ofrece la Ferme de la Papinière (granja de la Papinière), en pleno campo de Mayenne. Hemos probado esta fórmula que propone ayudar a ordeñar las vacas, dar de comer a las aves de corral o realizar tu propia mantequilla.
Una granja dedicada al conocimiento
Bajo un cielo lechoso, se extiende un paisaje formado por campos hasta donde alcanza la vista. Un viejo tractor, que circula por la carretera pegado al arcén, renquea con dificultad sobre el asfalto. De repente, entre la vegetación, aparece un cartel verde: “Bienvenidos a la Ferme découverte de la Papinière” (granja escuela lúdica). Hay que tomar ese camino, bordear las madrigueras de conejos y girar a la derecha. Y se llega al lugar llamado La Chapelle-au-Grain, donde Elisabet y Christian, propietarios de una finca de 33 hectáreas, reciben a los campesinos por un día en visitas concertadas. Elisabet, hija de agricultores, se disgustaba “cuando veía que los niños no entendían nada de animales. Y como para mí la transmisión es muy importante, decidí crear esta granja”. Christian, su marido ex militar, la siguió en su aventura por amor. Un auténtico desafío para la pareja, que tiene que hacer malabarismos entre el trabajo desde el amanecer y la acogida de los agricultores en ciernes. “¡Pero lo hacemos con mucho gusto, nos encanta!”
Variedad de animales
Elisabet, con gran entusiasmo, acompaña a los asistentes en una visita guiada por la finca, antes de pasar a las actividades en las que tendrán que ponerse manos a la obra. Primero los lleva a ver a Salsa y Fendi, los dos burros provenzales; saca varios mendrugos de pan de su cesto de mimbre e invita a los visitantes a dárselos a los asnos. A continuación, el grupo se dirige a otro recinto donde están las ovejas de Ouessant, los gansos egipcios, el conejo gigante mariposa, el carnero de angora, el faisán dorado, patos de mil colores… “¿Sabíais que los patos se comen las plumas? Es su forma de tomar vitamina D”. Un poco más lejos, se encuentra el pavo. Y los niños, que tienen permiso para entrar en los cercado, se divierten poniéndolo nervioso para ver cómo la cabeza cambia del color rojo al azul. Y al llegar al establo, es momento de arremangarse para dar de comer a las vacas, pala en mano. Son de raza Roja Flamenca, Simmental austríaca, Parda alemana, Bretona o Canadiense, de la que quedan apenas cincuenta ejemplares en Francia. “Comen solo hierba, cereales y heno, y preferimos lo ecológico al ensilado.”
>Realizar tu propia mantequilla
A continuación los asistentes se dirigen a una de las naves de la granja para hacer mantequilla. “Hay que conseguir que la nata extraída de la leche de las vacas suba de 4 a 19 °C”. La operación se lleva a cabo en una máquina llamada mantequera y la dueña los invita a girar vigorosamente la manivela para batir el contenido. Al cabo de unos minutos, como por arte de magia, aparece una masa blanquecina que se va volviendo amarillenta y ¡se transforma en mantequilla! En boca, nuestra producción no tiene nada que ver con las pastillas que se venden en el supermercado. “Después de esta etapa, solemos organizar una merienda para los visitantes.”
Talleres de todo tipo
La granja propone otros talleres, como por ejemplo, de preparación de mermeladas de espino blanco, escaramujo o saúco hechas con las bayas de la explotación. El público también puede confeccionar objetos de cuero, como pulseras, monederos o fundas para cuchillos. “De hecho, la gente compone como quiere su jornada o media jornada, con las actividades que le interesan. Algunos deciden hacer un picnic, dar una vuelta en poni o un paseo en carretón”… ¡Vaya, ya son las 17h30, no me había dado cuenta!”. Es la hora del ordeño, que tiene lugar en la nave correspondiente.
Ayudar a ordeñar las vacas
Olvidemos la imagen popular del granjero sentado en su taburete y agarrando la ubre. Hoy la operación se realiza con máquinas sofisticadas que permiten extraer 300 litros de leche de media. Previamente, se limpia la ubre con una toallita. “Solemos proponer a los niños que participen en esta etapa, les encanta.” La sesión dura unos tres cuartos de hora, durante los cuales los animales desfilan por la plataforma de ordeño. Posteriormente, un lechero pasará a recoger la producción, que se utiliza para fabricar un queso local llamado Entrammes. La familia se queda tres litros de leche que desnata para su consumo personal. Y de ahí viene la nata que con la que se ha preparado la famosa mantequilla.
Son las 18h15 y la jornada llega a su fin. Una vez se han despedido de los visitantes, se han ocupado de los animales y han recogido hierba para las vacas, la pareja puede finalmente disfrutar de un descanso bien merecido. Por su parte, el visitante guardará en la memoria durante mucho tiempo esta bucólica escapada, en la que mañana participará un grupo de escolares. ¡Y tal vez de ahí nazca alguna vocación!